Steve Howe, el primer guitarrista rock que entró en la galería de los grandes de Guitar Player por ser el más votado durante los cinco años consecutivos que van de 1977 a 1981, guardaba estos recuerdos de su etapa infantil: “La idea de tocar una guitarra llamativa frente a una audiencia me parecía más excitante que cualquier otra cosa de mi vida en ese momento”. Y así es como suele ocurrir, que la motivación de un joven intérprete sea imaginarse mostrando sus dotes frente a un público capaz de reconocer su mérito. Pero no siempre es de esta manera. Otros artistas utilizaron el vínculo que les unió a su guitarra para guarecerse en una realidad alternativa, lejos de todo rastro humano. Mike Oldfield pertenecería a este minoritario segundo grupo. 

El guitarrista de Reading se aficionó a las seis cuerdas siendo un niño y estuvo practicando y practicando a solas hasta que la barba incipiente de la pubertad pareció conferirle un escudo que le permitió mostrarse al instrumento en los clubes de su ciudad natal. “Era mucho mejor guitarrista acústico cuando tenía 13 años que ahora. Entonces era realmente brillante, porque tocar la guitarra era algo que hacía todo el tiempo, excepto por una breve incursión en la pintura”, recordaba Oldfield en 1980. A los 15 años comenzó a girar por Gran Bretaña formando parte del dúo Sallyangie junto a su hermana, aunque no fue del todo satisfactorio para él: “No me gustaba nada lo que estábamos haciendo, aparte de dos instrumentales largos que solía hacer en cada concierto”. Tanto es así que para la actuación prevista el 24 de marzo de 1969 dentro del festival Folk Meets Pop, Mike decidió en el último momento que no aparecería y dejó plantada a Sally en el escenario, según declaraciones de su hermano Terry. 

Junto a éste formó acto seguido una banda de rock llamada Barefeet que duró apenas seis meses, desmembrándose después de una actuación desastrosa. Luego probó fortuna junto a Kevin Ayers & The Whole World, con quienes conoció la vida en carretera más al detalle: “Estuvimos de gira durante más de dos años, pero lo encontré un poco lamentable. Realmente bebíamos demasiado, no teníamos mucho dinero y viajábamos en el asiento trasero de una camioneta Transit sin ventana”. Aunque gozaron de cierto reconocimiento mediático, su sensibilidad hacia la música no se encontró cómoda en aquel desconcierto. Habló con Kevin para reconducir la situación, pero durante ese corto periodo de cordura escénica desapareció la espontaneidad que buscaba el excomponente de Soft Machine, por lo que Mike hizo las maletas e inició su andadura en solitario. La experiencia le había hecho ganar confianza como músico pero le desanimó para volver a tocar en vivo, sintiéndose incapaz de controlar los elementos de un mundo que de por sí ya encontraba difícil para vivir.

Su primer concierto con los focos dirigidos directamente sobre él, la presentación de Tubular Bells en junio de 1973, supuso para Oldfield una auténtica pesadilla que intentó evitar sin éxito. “Realmente no lo disfruté. Si hago más cosas en vivo, en realidad no estaré tocando, porque cuando estás tocando es muy difícil tener control sobre lo que está pasando. Cualquiera podría tocar mi parte realmente, así yo estaría libre para dirigir y encargarme de la ingeniería”, decía al respecto en marzo de 1974. En un principio se barajó hacer un concierto de presentación de Hergest Ridge en el Royal Albert Hall en mayo de 1974, pero la complejidad de su segunda cara hizo abandonar la idea. Hay quien piensa que el multiinstrumentista abusó de las capas de sonido en su segunda y tercera obra para evitar así llevarlas al escenario.

Su negativa a realizar conciertos fue planteada en esas fechas de esta otra manera: “No me gusta hacer conciertos y no haré ninguno hasta que todo el concierto esté increíblemente ensayado, bien equipado y tenga las personas adecuadas para tocar. […] Verás, quiero personas que no solo sean musicalmente capaces sino también emocionalmente dotadas para hacerlo”. Por una razón o por otra, al final resultó imposible ver en directo a Mike Oldfield, a no ser que fuera acompañando con su guitarra a otro artista, como ocurrió con Kevin Ayers o Robert Wyatt. Tampoco se dejó ver en las representaciones orquestales de Tubular Bells y Hergest Ridge que su amigo David Bedford llevó a cabo ese año.

En el restaurante Penrhos Court, a las afueras de su escondite de Kington, no le importaba tocar anónimamente junto al flautista Les Penning (en algunas sesiones participó también su hermana Sally), pero sus inseguridades le hacían sentir más cómodo dentro de su estudio, donde se afanaba en encontrar una perfección que no hallaría nunca sobre un escenario: “Me he convencido de que lo que realmente necesito es componer en mi propio estudio, cómodamente, en algún lugar del campo, donde esté solo con mi música y, por supuesto, sin verme obligado a realizar giras”. De nuevo, esa actitud no la aplicaría con la música ajena, como cuando acompañó a David Bedford en el concierto de presentación de The Odyssey el 25 de enero de 1977.

La vida de Mike Oldfield dio un vuelco súbito después de asistir a un programa de transformación personal denominado Exégesis a mediados de 1978. Como consecuencia, se culpó de su actitud pasada y se dejó dominar por un nuevo y revolucionado impulso que le llevó a enfrentarse a todos y cada uno de sus miedos e inseguridades, incluyendo mostrarse ante su propio público. Y esto último lo quiso hacer a lo grande, recorriendo Europa acompañado de un grupo de rock y una orquesta sinfónica, haciendo caso omiso de recomendaciones de unos y de otros, simplemente porque era lo que en ese momento le apetecía hacer: “Hice ‘Incantations’ y mi single disco [‘Guilty’] porque me sentía bien y porque sabía que podía hacer que otras personas se sintieran bien. Esa es mi razón para hacer esta gira también. Quiero evocar todo lo que es bueno en las personas. Es natural que estemos sanos y felices. No debemos permitir que nada se interponga en el camino de eso”.

Como ya ocurriera con el Works Orchestral Tour de ELP, la cuenta corriente del artista se vio afectada pese al éxito de taquilla. Las pérdidas intentaron compensarse con la publicación del doble directo Exposed pero también condicionaron la grabación acto seguido de un nuevo álbum (Platinum) con un estilo más sencillo que permitiera tocarlo en vivo y la economización progresiva del número de componentes de su banda en los años venideros. A Mike le preocupaba por entonces el número de ayudantes óptimo sobre el escenario y un periodista le comentó que The Police hacía buenos conciertos con tres músicos, a lo que aquél respondió: “Pídele a The Police que toque ‘Tubular Bells’ entonces”.

Tour of Europe 1979 + Dart

The Concert

Para ganarse a la audiencia local, Oldfield solía hacer guiños musicales sobre el escenario. En función de dónde se encontrara esa noche, su repertorio podía aderezarse con las notas de una polka, la Marcha Radetzky, el conocido vals El Danubio azul, la canción ‘O sole mio, el tema  infantil Nellie the Elephant, el cántico Blaydon Races (favorito de la hinchada del Newcastle United FC), el himno nacional francés o un fragmento de la novena sinfonía de Beethoven. En nuestro país nunca nos sorprendió con la melodía del Romance anónimo intercalada en el solo de Punkadiddle ni con nada por el estilo pero, como consuelo, los seguidores hispanos hemos podido disfrutar de la fabulosa interpretación que junto a Diego Cortés realizó de su corte Pastosa en los estudios barceloneses de TVE un 9 de junio de 1981.

Con Diego Cortés había coincidido un año antes durante el multitudinario evento de la Festa de Treball celebrado junto a la fuente mágica de Montjuïc de la Ciudad Condal. Los registros sonoros dan fe de que Wonderful Land y otros adelantos del disco QE2 fueron presentados aquella velada de septiembre, que marcó durante muchos años un hito para el artista por su asistencia, 200.000 espectadores, muy por encima de los 57.000 del festival danés de Roskilde en julio de 1982 y los 60.000 del festival de Knebworth en junio de 1980.

Knebworth 80

European Adventure Tour 1981

A Mike Oldfield le escamaba no haber salido del continente europeo durante sus primeras giras y lo expresó sin tapujos cuando las relaciones con Virgin Records comenzaron a tensarse: “Hay muchos lugares en los que podríamos tocar, donde queremos tocar, pero siempre es «el momento no es el adecuado» o algo por el estilo. Parece que si Richard Branson no obtiene ganancias, entonces nadie más puede trabajar”. Su descontento fue tenido en cuenta por su discográfica con la publicación de Five Miles Out, pues se embarcó en un extenso tour que le llevó hasta Norteamérica, Japón, Australia y Nueva Zelanda en 1982.

En algunas actuaciones de esa gira interpretó un tema inédito dedicado a los leprechauns, unos duendes de la mitología irlandesa. El artista aseveraba que, durante los conciertos, uno de estos seres mágicos se posaba sobre su hombro izquierdo: “Es mi ángel guardián de la suerte y creo que ha existido desde que yo nací. Me molesto mucho con la gente que piensa que estoy bromeando cuando les hablo de mi duende. Él existe y también miles más y, si la gente abriera los ojos, los vería tan claramente como yo”. Una afirmación a tener en cuenta proviniendo de una persona que ha denominado a su autobiografía Changeling, en referencia a las leyendas celtas de los niños trocados por las hadas al nacer, y a uno de sus más preciados álbumes Amarok, como derivación sonora del término ‘amárach’, equivalente en gaélico -según el músico británico- de ese changeling o ‘cambiante’.

La promoción de sus exitosos discos y las subsiguientes giras fueron paulatinamente pasando factura al artista. A mediados de la década de los 80, los efectos de aquella terapia de shock que había experimentado cuando estaba finalizando Incantations parecían difuminarse: “El Discovery Tour de 1984 fue la gira más larga que jamás haya realizado, ya lo creo. Con más de cincuenta conciertos, se trató del tour más grande de ese año en Europa en espacios cerrados. Toqué ante unas 350.000 personas en todo el continente, estando en la carretera durante tres o cuatro meses. No pasó mucho tiempo hasta que me resultó una lata el hecho de tocar en directo y a veces se me hacía difícil y estresante”. Volvíamos al punto de partida.

Who’s Next Tour 82

World Tour ‘82-83

Discovery Tour 84

En adelante, la aparición de Mike Oldfield sobre un escenario pasaría a ser anecdótica. “Para mí tiene que tener algún sentido, algún propósito. ¿Por qué si no pasar por la estupidez de estar en la carretera día tras día?”, había anticipado a la prensa años atrás. Un par de actuaciones benéficas consiguieron sacarlo de su guarida en febrero de 1986: un concierto de Marillion a favor de la institución Double ‘O’ gestionada por Pete Townshend y una gala de ayuda a los damnificados por la erupción del volcán colombiano Nevado del Ruiz organizada por esta misma entidad del líder de The Who. 

En la primera de ellas, Oldfield se unió a Marillion para interpretar Shadow on the Wall junto a Roger Chapman, Phil Spalding, Mickey Simmonds y el guitarrista Joel Bogen antes de que se sumara Steve Hacket de Genesis y todos juntos abordaran el clásico progresivo I Know What I Like y un par de bises de la banda de Fish. Esa noche, el cantante de Marillion y Mike Oldfield descubrieron su afición mutua al squash y comenzaron a organizar partidas dobles junto al teclista Mickey Simmonds y Jeremy Parker, asistente del multiinstrumentista. Tres días después, en la segunda actuación, Oldfield apareció acompañado de Maggie Reilly y Simon Phillips para realizar una versión acústica de Moonlight Shadow.

Luego se habló de realizar algunos espectáculos multimedia para presentar Islands por Europa, pero todo quedó en nada. La creciente falta de información sobre el músico hizo aumentar la incertidumbre en torno a sus giras año tras año, lo que llevó a mermar el éxito comercial de sus álbumes. Sin embargo, Mike Oldfield vivía en una dimensión paralela y parecía contentarse con tocar secretamente y de forma aislada junto a su mentor Kevin Ayers en la localidad mallorquina de Deià, bien en el restaurante Las Palmeras o en el café Sa Fonda.

Tuvo que fichar por otra compañía discográfica y dar vida a una secuela de Tubular Bells para verse de nuevo en la tesitura de reencontrarse con su audiencia: primero en el concierto de presentación de Tubular Bells II en el castillo de Edimburgo y, un año después, en el tour del 20 aniversario de su ópera prima. “La verdad es que llegué a hartarme bastante de las giras. Tocaba siempre con músicos de rock, terminábamos haciendo versiones demasiado eléctricas de mis álbumes y yo no lo disfrutaba demasiado. Con ‘Tubular Bells II’ todo ha cambiado: cuento con un director de orquesta excelente, Robin Smith, cada músico lee su partitura y hasta el menor sonido del disco ocurre en directo. Ahora me siento feliz”, afirmó a la prensa española.

A raíz del éxito de las interpretaciones acústicas promovidas por la serie televisiva estadounidense MTV Unplugged a principios de los años 90, Mike Oldfield fue preguntado en esa época acerca de su opinión sobre este formato. A priori parecía una buena opción poder revisar su repertorio y aprovechar el tirón comercial, pero el artista se resistió a realizar un set completamente acústico: “Bueno, eso es en realidad parte del bis. Entro al final del espectáculo y toco solo la guitarra acústica, así que en cierto modo hago eso. Me gusta tocar solo la guitarra acústica, a veces es bueno dar un descanso a los oídos cuando has estado escuchando una gran cantidad de instrumentos y tantos sonidos diferentes. Es solo para dar un descanso a los oídos, solo para escuchar una cosa por tres o cuatro minutos”. Su objetivo era que la audiencia saliera de sus conciertos con la sensación de que acababan de disfrutar de una experiencia real, ofreciéndoles el equivalente a una atracción de Disneylandia o una película de Spielberg y para ello se marcaba férreamente cómo llevarlo a cabo.

The World Premiere Performance of Tubular Bells II

20th Anniversary Tour (European edition)

20th Anniversary Tour (Spanish edition)

No volvería a mostrar su música en directo hasta que se trasladó a la isla de Ibiza en 1996. Allí, no tuvo reparos en actuar sin previo aviso en alguna de sus discotecas ante un público que, en principio, no era el suyo. El ingeniero Tom Newman tenía esta opinión de su antiguo amigo por entonces: “Le tiene un poco de miedo a la gente en general, por lo que a veces siento que sus fans lo intimidan un poco. Como persona, Michael siempre está un poco al borde del caos, por eso ha escrito la música que ha escrito”. Sus apariciones públicas casi de incógnito y su comportamiento huidizo respecto a sus seguidores pueden entenderse mejor con estas declaraciones.

A Mike las giras le acababan por aburrir. Ni The Songs of Distant Earth ni Voyager fueron promocionados en vivo, aunque de este último álbum intentó sin éxito hacer una presentación en la isla pitiusa. Las tornas volvieron a cambiar con la tercera entrega de la saga tubular, que presentó en la explanada de las caballerizas reales londinenses rodeado de acompañantes del sexo opuesto en el escenario. “Nunca tuve el lujo de haber tenido una madre alentadora, lo que me pone en una gran desventaja en términos de mi autoestima y mi capacidad para relacionarme con las mujeres”, afirmó el artista. Tubular Bells III, su disco más femíneo, sirvió como excusa para organizar en 1999 un nuevo tour que de paso promocionó su más reciente publicación por entonces: Guitars. “Tocar en vivo para mí realmente hace que todo valga la pena, porque muy a menudo en el estudio estoy sentado en un ambiente aséptico. Está bien, podría tener un ingeniero, pero no hay nadie ante quien reaccionar, aparte de mí. Me encanta hacer música, realmente la hago para mí, pero una vez que la he terminado, tienes esta cosa y quieres darla a conocer”, dijo en esas fechas Oldfield. Sin embargo, Then and Now se trataría de su última gran gira.

The World Première of Tubular Bells III

Then and Now

En lo sucesivo, tan solo se animaría para pisar escenarios si la ocasión era lo suficientemente tentadora. Y lo haría con cuentagotas. La celebración del cambio de milenio en Berlín ante medio millón de personas inició esta tendencia, que tuvo continuidad en 2006 y 2007 con las dos mini-giras orquestales de Night of the Proms por Bélgica, Alemania y España. Trabajar junto a una orquesta le inspiró entonces la composición de una suite instrumental, Music of the Spheres, que presentó de forma privada en el atrio del museo Guggenheim de Bilbao en marzo de 2008. Posteriormente, actuar en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012, supuso para Oldfield el ambicioso proyecto de toda una vida, el broche de oro de su dilatada trayectoria artística.

Como alternativa escénica, por otro lado, fueron apareciendo formaciones sobresalientes que iban rindiendo tributo al legado del compositor de Reading e iniciativas memorables para celebrar el quincuagésimo aniversario de su obra más laureada que nuestro protagonista observaba en la distancia, alejado del mundanal ruido, sabiéndose conocedor de la resolución de la incógnita de la cuadratura del tubo.

Hay una parte de mi que adora tocar en directo y otra que lo odia. Creo que es por todo lo mal que lo paso perfeccionando la actuación. […] Lo que me gustaba era cuando, después de tocar la última nota, el público aplaudía. Adoraba esa reacción y adoraba al público, aunque no me gustara mucho el proceso.

Mike Oldfield, Changeling, 2007

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