Se ha dicho muchas veces que en la vida nunca se debe retroceder, pero, al igual que con todos los ‘grandes dichos’, siempre debe haber una excepción a la regla, sobre todo cuando se trata de un sueño”. El sueño de Rick Wakeman fue durante muchos años volver al centro de la Tierra. Así lo justificaba en el libreto de su álbum Return to the Centre of the Earth de 1999: “En enero de 1974, cuando el original de ‘Viaje al centro de la Tierra’ fue grabado en directo en el Royal Festival Hall de Londres, la tecnología -o más bien la falta de ella- dictaba lo que se podía o (para ser más precisos) lo que no se podía materializar. Los teclados estaban en su infancia, la grabación digital era algo inaudito y la frustración gobernante era suprema. En el análisis final, el resultado obtenido fue bastante notable y, aun con las mismas herramientas a mi disposición a día de hoy, siento que no podría mejorar lo que se logró en aquel entonces”.

El plan original era regrabar el álbum veinticinco años después, pero se encontró con que la partitura original se había perdido. Alguien sugirió hacer un álbum diferente, una secuela del primer álbum, y así nació ‘Return‘, que recuperaba la esencia de la grabación original contando con todo tipo de avances tecnológicos. Además de contar con la ayuda de la London Symphony Orchestra y del English Chamber Choir, Wakeman se rodeó de un elenco de colaboradores de lujo: Ozzy Osbourne, Bonnie Tyler, Trevor Rabin de Yes, Justin Hayward de The Moody Blues y Katrina Leskanich de Katrina & The Waves.

La portada corrió a cargo de Roger Dean, que con su pintura pretendió “evocar la sensación de tranquilidad que la grandeza de la escala y el espacio aparentemente ilimitado podían despertar”, según sus propias palabras. De la narración de los textos se encargó el actor británico Patrick Stewart. Los mismos fueron escritos brillantemente por el propio Rick Wakeman, inspirado en la novela publicada por Verne en el siglo XIX: “Escribí la historia como si Jules Verne hubiera realizado la secuela. El plan era que un grupo de aventureros intentaría seguir la ruta de la expedición anterior, pero, obviamente, tenía que ser diferente esta vez. Volví a leer el libro y me fijé en la parte de la sombra cayendo sobre la entrada del pozo central indicándoles el inicio de su ruta. Esta vez la sombra cae sobre la entrada oeste. ¡Muchas gracias, Jules Verne!

Rick Wakeman (1999)

RETURN TO THE CENTRE OF THE EARTH (Narración traducida)

UNA VISIÓN

El 24 de mayo de 1863, el profesor Lidenbrook y su sobrino Axel descubrieron un viejo pergamino dentro de un volumen del siglo XII titulado ‘Heimskringla’, una crónica de los príncipes noruegos que habían gobernado sobre Islandia. Escrito en rúnico por Arne Saknussemm (un alquimista del siglo XVI), la traducción del manuscrito decía: «Desciende al cráter del Sneffelsjökull [glaciar del Sneffels], por donde cae la sombra del Scartaris, antes de las calendas de julio, audaz viajero, y llegarás al centro de la Tierra». Dos siglos más tarde de este descubrimiento, tres exploradores geólogos atravesaron mar y tierra antes de alcanzar la masa de toba volcánica conocida como Islandia. Mantenido en secreto, su propósito: emular el viaje realizado por sus antepasados doscientos años antes. Por temor a ser seguidos, sus identidades no eran conocidas por nadie, y por esta razón, mientras comenzaban su ascenso a través de los extensos campos de hielo hacia la magnífica copa nevada del volcán Sneffels, sus expectativas se entrelazaron inexplicablemente con sentimientos de malestar, al disponerse a desafiar la atemporal historia. Nada más llegar a lo alto de la cima descendieron lentamente por el cráter del Sneffelsjökull. Y así comenzó el regreso al centro de la Tierra.

MADRE TIERRA

a. La sombra de junio: La base del cráter constaba de tres pozos separados que se abrían bajo sus pies. De acuerdo con el pergamino original de Arne Saknussemm, durante los últimos días del mes de junio, la sombra del Scartaris caería sobre la entrada que deberían tomar. Sabían, por la documentación del profesor Lidenbrook, que éste había bajado por el pozo central, pero para su sorpresa, al caer la sombra, ésta se echó sobre la entrada del oeste. La naturaleza había establecido para ellos una ruta diferente. Siguiendo una galería de lava que había creado una escalera de descenso natural, sus premoniciones se agudizaron al tomar conciencia de que se habían embarcado en un viaje completamente nuevo.

b. La galería: Al llegar al extremo del pozo, entraron en un túnel estrecho, cuya pared de roca calcárea se remontaba a la evolución de la vida vegetal y animal. Siempre bajando, continuaron arco tras arco, galería tras galería, con sus luces reflejando constantemente las abigarradas vetas de mármol blanco y rojo indeleblemente grabadas con impresiones de la vida primitiva. Continuando su descenso, descubrieron hilos de cobre y manganeso, mientras que hermosos tonos verdosos coloreando trazas de platino y oro se mostraban por entre las paredes de roca. Era el tesoro escondido de la Madre Tierra .

c. La avenida de la luz prismática: En lo que pareció una eternidad, el laberinto tejió un sinuoso y tortuoso camino, finalizando por fin su descenso en espiral cuando la galería se abrió para convertirse en un gran bosque mineral iluminado majestuosamente por luz fosforescente. Las estalagmitas y estalactitas servían de prismas por los que haces multicolores se dirigían en todas direcciones, iluminando a su vez un camino por entre este reino mineralógico subterráneo recién descubierto. Éste les llevó hasta una escalera terrestre descendente casi perfectamente formada.

d. El terremoto: Después de sortear con éxito la avenida de la luz prismática, alcanzaron la escalera. Con cuidado comenzaron el lento descenso por la cada vez más oscura sima. Cuando llegó la fatiga, los cansados viajeros encontraron cobijo en un hueco que la naturaleza había tallado en la pared rocosa como si hubiera estado esperando su llegada. Mientras yacían exhaustos, el suelo comenzó a temblar. Livianos al principio, los temblores pronto aumentaron hasta proporciones aterradoras. Aparecieron a su alrededor enormes grietas y el miedo reemplazó al desconcierto. La tierra gritaba de dolor, como si su mundo subterráneo estuviera a punto de partirse en mil pedazos. El terremoto había comenzado.

The centre of the Earth

EL ENIGMA

Enterrados vivos en su propia cámara privada por las rocas caídas, sus fuentes de luz iluminaron una grieta abierta en la pared lo suficientemente ancha como para permitirles pasar. Inmediatamente, se enfrentaron con una red de cuevas, una de las cuales parecía exudar trazas diminutas de luz natural. Al seleccionar esta ruta, se encontraron caminando por una amurallada galería de arte jeroglífico, un pastiche aparentemente interminable del hombre primitivo y su lucha constante por la supervivencia. Sabían, por la documentación del profesor Lidenbrook, que en su viaje de doscientos años antes, él mismo había encontrado un pastor gigante en el santuario interior de la tierra. Mientras se esforzaban en descifrar el enigma que les rodeaba, se dieron cuenta de que habiendo sobrevivido muchos miles de años en una evolución casi estática dentro de este reino mágico bajo la corteza de la Tierra, no era inconcebible que todavía existieran estas especies de hombre y que eran ellos los que llegaban a su mundo sin haber sido invitados y, casi con seguridad, de forma no deseada.

EL BARRANCO

Las tenues trazas de luz natural se hicieron más fuertes a medida que continuaban su viaje por la galería. De repente, la pared oriental llegó a un abrupto final, abriéndose para mostrar un enorme barranco que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Brotaban cascadas por entre las fisuras de las rocas mientras que las paredes cubiertas de musgo bailaban con destellos de luz dorada como si miles de pequeñas luciérnagas se despertaran ante esta intromisión inesperada. La impresión era la de contemplar desde arriba una ciudad en la noche bailando bajo las estrellas. La danza de las mil luces.

EL PASTOR

Con gran cuidado sortearon el camino que rodeaba el barranco. Finalmente, bajaron hasta un altiplano rico en vegetación donde la tierra había estado constantemente alimentada por abundantes cascadas. Enormes palmacites unidos por complicadas masas de enredaderas crecían por encima de alfombras de vegetación gramínea. Privada del vivificante calor del sol, ésta era incolora y sin perfume. Hechizados por esta visión maravillosa, todos los movimientos y sonidos que emanaban del interior del bosque les pasaron inadvertidos. De repente, fueron despertados de sus profundos sueños cuando el denso muro de follaje se abrió ante ellos y se encontraron frente a una manifestación que superó toda comprensión humana. Ante ellos se encontraban criaturas prehistóricas de los períodos terciario y cuaternario. Un rebaño de mastodontes gigantescos. Eran conducidos uno a uno por un proteo humano que medía más de doce pies de altura. El pastor gigante se volvió y se dirigió hacia ellos de una manera lenta y deliberada. Desarmados y sin lugar para esconderse permanecieron paralizados mientras se acercó a dos metros de donde se encontraban. Sin ningún tipo de gesto pasó de largo, con sus ojos inmóviles y mirando al frente en todo momento. El pastor había evolucionado en la oscuridad y sin luz natural no tenía necesidad de la vista. Su mundo era sin visión.

The Centre of the Earth (Roger Dean)

PUENTE DEL TIEMPO

Continuando su viaje por los límites del bosque, atravesaron un pequeño puente de piedra natural que les condujo, tras una cascada, a la entrada de un pequeño túnel. Pudiéndose acceder solamente con las manos y las rodillas dispuestas como lagartos, el progreso fue al principio lento, pero a medida que la pendiente se hizo cada vez más pronunciada, más y más agua brotaba de las fisuras de las paredes del túnel, haciendo el suelo de la cueva húmedo y resbaladizo. Sin afectar ya más a su ritmo de descenso, se encontraron ganando velocidad rápidamente al deslizarse hacia abajo a un ritmo alarmante. Embates constantes les esperaban en cada curva y cada giro, perdiendo y recuperando la conciencia continuamente. Precipitándose fuera de control a través de un laberinto de conductos subterráneos de agua, sólo el interior de la Tierra podía desvelar su destino.

HISTORIAS DEL MAR DE LIDENBROOK

a. Río de esperanza: Finalmente, se vieron expulsados ​​con gran fuerza a un río de corriente rápida. Exhaustos, se aferraron a maderas a la deriva. Mientras las aguas se calmaban lentamente, una quietud llenaba el aire y, mirando a su alrededor, se dieron cuenta de que habían sido conducidos hasta un vasto océano que se extendía tanto como alcanzaba la vista, hasta un horizonte acromático. Detrás de ellos y a cada lado había enormes acantilados y grandes cabos, siendo iluminado el paisaje por una blancura clara y seca de la misma naturaleza que la aurora boreal, demostrando el increíble fenómeno de la eterna luz del día. Habían descubierto el Mar de Lidenbrook.

b. Cazador y cazado: Una marea natural, gobernada por la invisible Luna, los arrastró a la orilla de una pequeña cala. Enormes trozos de madera a la deriva se hallaban esparcidos por todas partes, mientras que bajo sus pies los huesos de reptiles marinos antediluvianos formaban una playa de fósiles. Mirando hacia el mar presenciaron cómo unos peces translúcidos de una época remota saltaban por encima de las olas durante un breve instante de tiempo, antes de acariciar la superficie y desaparecer bajo el suave oleaje del océano. Por encima de esta exposición lúdica, para su estupefacto asombro, una enorme criatura, un pterodáctilo, volaba en círculos menguantes preparándose para abalanzarse sobre su presa. Detrás de ellos, desde una grieta en lo alto del acantilado, el mayor lagarto prehistórico alado del periodo jurásico preparaba el vuelo: el quetzalcoatlus. De una gigantesca envergadura, midiendo el doble que su enorme cuerpo angular, despegó hacia la zona de batalla predeterminada. Presintiendo el peligro, el pterodáctilo giró en pleno vuelo para huir, pero la velocidad y la ferocidad del ataque había cogido a la criatura completamente desprevenida. Su papel de cazador había pasado ahora a ser el de presa.

c. Lucha por la vida: A medida que el quetzalcoatlus infligía herida tras herida sobre su desafortunada víctima, grandes gotas de sangre caían sobre el mar formando piscinas circulares de color carmesí oscuro antes de ser dispersadas ​​rápidamente por las olas, deseosas de destruir toda prueba. Mientras el pterodáctilo perdía su lucha por la vida, cayó a merced del océano, donde los peces que tan solo unos minutos antes iban a ser objeto de su alimento ahora invertían los roles en esta obra de la naturaleza. Cuando el quetzalcoatlus volvió a su refugio del acantilado, el Mar de Lidenbrook ya no ofrecía ninguna pista del drama que acababan de presenciar .

Pterodáctilo / Quetzalcoatlus

HISTORIA ATEMPORAL

Los tres viajeros eran conscientes de que tenían que cruzar el Mar de Lidenbrook para conectar con la ruta original documentada. Después de haber construido una balsa, tal y como hicieron sus predecesores antes que ellos, zarparon en dirección sur. A medida que el aire se hizo más pesado, la superficie del agua se convirtió en una ventana de la evolución a través de la cual podían verse peces de escamas angulosas cubiertos por brillante esmalte conviviendo entre pterychtis y diptéridos, siendo estos últimos unos peces de dos aletas que se suponían extinguidos. Con la costa ya fuera de su vista, permanecieron inmóviles flotando sobre el Mar de Lidenbrook. Con todo a su alrededor aparentemente encerrado en una historia atemporal, no podían más que preguntarse por lo que el destino les depararía. Al unísono cerraron sus ojos y rezaron.

TIEMPO DENTRO DEL TIEMPO

a. La marea baja: La marea baja finalmente los llevó a una pequeña isla cubierta de caparazones de tortugas gigantes, en cuyo extremo opuesto fluía un angosto estrecho de agua. Se trataba del abismo final entre ellos y el continente subterráneo. La isla parecía viva con sus géiseres de vapor caliente abriéndose paso a través de grietas por entre la escabrosa arenisca, creando fuentes termales donde el suelo se hundía para formar cuencas naturales. Contemplaron fascinados cómo los penachos de vapor subían majestuosamente por el aire, creando nubes muy cargadas de las que cada gota que regresaba asumía los colores prismáticos del arco iris. A medida que el húmedo aire caliente alivió ligeramente el dolor de sus miembros doloridos, los tres cansados ​​viajeros cayeron agotados al suelo, donde se durmieron. Mientras dormían soñaron con el mundo del que ahora formaban parte. Un mundo dentro de otro mundo. Un tiempo dentro del tiempo. Un sueño dentro de los sueños.

b. La tormenta eléctrica: Fueron despertados por el ruido de una tormenta eléctrica. Las olas habían destruido su balsa y el mar era un torrente embravecido, corriendo a gran velocidad a lo largo del estrecho, tomando ahora la apariencia de unos rápidos. Buscando refugio cada uno de ellos dentro de los caparazones de tortuga gigantes, sus posibilidades de supervivencia disminuían a cada segundo que pasaba, al ser arrastrados por las enormes olas a lo largo del angosto estrecho hacia un enorme agujero negro por donde las angustiadas aguas se vertían a un ritmo alarmante. Cayeron a su alrededor zigzagueantes rayos que atacaban en todas direcciones, transformándose algunos de ellos en globos de fuego que, por razones inexplicables más allá de su comprensión, comenzaron a perseguir a los caparazones de tortuga mientras caían violentamente, uno por uno, en el agujero negro. Después de caer durante lo que les pareció una eternidad, de repente fueron lanzados a una velocidad terrorífica hacia un lado, dentro de un túnel que apenas tenía espacio de separación suficiente entre el caparazón y el techo existente sobre sus cabezas. Aunque estaban muchas leguas por debajo de la corteza de la Tierra, el túnel que había tras ellos estaba bañado por una luz blanca cegadora, ya que, a pesar de que el rápido flujo de agua les había proporcionado tanto una dirección como una alta velocidad de propulsión, los globos de fuego habían escogido el mismo camino. La persecución había empezado y se prepararon para la carrera de sus vidas.

Fenómenos eléctricos

FLOTANDO

a. Globos de fuego: Cuando el túnel llegó finalmente a su fin, se encontraron a salvo en los caparazones de tortugas gigantes, flotando en la parte inferior de un enorme pozo, pero el entendimiento les dijo que su aterradora experiencia aún no había concluido. Comprobando el aire que había por fuera de la abertura que los había lanzado tan bruscamente al final de su terrorífica carrera, vieron cómo un potente haz de luz buscaba la caverna que les rodeaba. A medida que la luz se intensificaba, se dieron cuenta de que sus perseguidores también se acercaban al final de su viaje. Con temor, esperaron la llegada de los globos de fuego.

b. Cascadas del miedo: Con una serie de sonidos atronadores, los globos de fuego volaron hacia la caverna del pozo como disparados por un cañón gigante. Al pasar por encima de sus planeadas víctimas, ejecutaron un rápido movimiento giratorio mientras disparaban finos haces similares al láser en direcciones cambiantes. Por último, mientras la luz aumentaba hasta una intensidad increíble, los globos de fuego explotaron, convirtiéndose en cascadas de llama viva e inundando el pozo con miles de minúsculas partículas luminosas antes de dejar a sus aterradas presas humanas en la penumbra, iluminadas solamente por un punto de luz situado a muchas millas por encima de ellos.

EL VOLCÁN

a. Lenguas de fuego: Estaban subiendo. No a una gran velocidad, pero su movimiento ascendente era irrefutable. La burbujeante agua caliente que los rodeaba comenzó gradualmente a disiparse, para convertirse en última instancia en una espesa pasta de lava hirviendo. Una calima, originada a partir de los vapores calientes, colgaba de forma amenazadora por encima de la enojada superficie fundida. A diferencia del cráter inactivo del Sneffels, donde habían comenzado su viaje, el pozo volcánico en el que ahora se encontraban estaba activo. El intenso calor, solo aliviado por la increíble rapidez de ascenso actual, era casi insoportable. Una luz sepulcral penetró por la galería vertical como si lenguas de fuego bailaran a su alrededor. La ausencia de lava ardiente confirmó que no estaban en la chimenea principal del volcán, sino en un conducto paralelo, accesorio. Su tasa continua de ascenso creció a un ritmo alarmante mientras se abrían paso a través ardientes nubes de cenizas volcánicas hacia la abertura de luz superior, que corría hacia abajo, a la misma velocidad, para encontrarse con ellos.

b. Las montañas azules: Al llegar a la boca abierta del conducto auxiliar, su velocidad disminuyó rápidamente y se encontraron flotando suavemente por uno de los múltiples poros en la tierra que cubrían la ladera. Numerosas corrientes adicionales de lava corrían a su alrededor como serpientes ardientes buscando a sus presas. Con relativa seguridad, observaron cómo la erupción principal disparaba grandes cantidades de lava fundida por los aires. A tres mil millas de su punto de partida original, en medio de un archipiélago oriental de memoria mitológica, contemplaron con asombro, al igual que habían hecho los viajeros que les precedieron doscientos años antes, las montañas azules de Calabria y la montaña que los había expulsado, el Monte Etna. Y así terminó el regreso al centro de la Tierra.

Erupción volcánica

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