El padre de Rick Wakeman era trabajador de la construcción pero había tocado el piano en una banda de baile del regimiento del ejército. “Mi primer recuerdo del piano fue probablemente a los cuatro años, cuando vi a mi padre tocarlo. Por supuesto, quise tocar el piano como mi papi”, recuerda Wakeman. Éste le llevó a ver la obra Pedro y el lobo de Prokofiev cuando Rick contaba con ocho años. La experiencia le dejó fascinado, hasta el punto de querer dedicarse a contar historias a través de la música cuando encontrara alguna historia que contar. A los doce cayó en sus manos Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne y supo que esa iba a ser la historia que contaría.

Cuando abandonó los Strawbs para unirse con Yes, una cláusula del contrato con A&M daba la opción a la compañía de solicitar un álbum en solitario al artista. En ese momento, Rick quiso hacer Journey to the Centre of the Earth, pero el presupuesto no daba para su proyecto, por lo que buscó otra fuente de inspiración. El éxito cosechado tanto con su primer álbum, The Six Wives of Henry VIII, como con su alianza con Yes le facilitaron finalmente el camino para dirigirse al centro de la Tierra.

Journey Cover & Royal Festival  Hall

La obra pretendía aglutinar a un narrador, una banda de rock de cinco componentes, un coro de sesenta y ocho y una orquesta sinfónica de cien, al puro estilo del rock sinfónico. El dinero no daba para alquilar un estudio con todo el personal, así que se programaron sendas actuaciones en el Royal Festival Hall de Londres el viernes 18 de enero de 1974 para realizar la grabación en directo. No se realizaron ensayos con la orquesta y el coro hasta el día del concierto y ese mismo día el artista fue avisado de que solamente sería grabada una sesión, escogiendo éste la segunda.

Wakeman quiso centrar la atención de su presentación en la música. Excluyendo a la Orquesta Sinfónica de Londres y al Coro de Cámara Inglés, prefirió no acompañarse de artistas conocidos (le sugirieron nombres como Eric Clapton, Ritchie Blackmore o Ian Paice), sino de una anónima banda de músicos que conocía de un pub, el Valiant Trooper.

El resultado fue un rotundo éxito, tanto que, tras publicarse el álbum en el mes de mayo, se organizó una gira que llevó el espectáculo por todo el globo. Atrás quedaba la frustrante gira americana de Tales from Topographic Oceans con Yes durante esa primavera. ‘Journey’ llegó al número 1 en el Reino Unido y al 3 en Estados Unidos, fue nominado para un Grammy y vendió 14 millones de copias en todo el mundo. Sin lugar a dudas, se presentaba ante Rick Wakeman un flamante viaje en solitario.

Rick Wakeman Band (Crystal Palace Bowl, 27-7-74)

JOURNEY TO THE CENTRE OF THE EARTH (Narración traducida)

EL VIAJE

Prólogo: La historia comienza el 24 de mayo de 1863 en Hamburgo, cuando el profesor Lidenbrock y su sobrino Axel descubren un viejo pergamino en un libro del siglo XII llamado ‘Heimskringla’, una crónica de los príncipes noruegos que gobernaron sobre Islandia. Este pergamino, después de decodificarse al latín y ser descifrado por Axel, resultó ser escrito por un alquimista del siglo XVI, diciendo lo siguiente: «Desciende al cráter del Sneffelsjökull [glaciar del Sneffels], por donde cae la sombra del Scartaris, antes de las calendas de julio, audaz viajero, y llegarás al centro de la Tierra. Yo lo he hecho. – Arne Saknusemm». El Sneffels es una montaña de Islandia de cinco mil pies de altura, un volcán apagado, datando su última erupción de 1229. Y así, el viaje desde Hamburgo hasta Islandia da comienzo…

Cristales: Admirando tonos de lava que imperceptiblemente pasaban de color marrón rojizo a amarillo brillante, su camino se alumbraba con cristales que parecían globos encendidos. Continuaron a través de la galería de lava, bajando con una suave pendiente hasta llegar a la intersección de dos caminos. Sin dudarlo, el profesor Lidenbrook escogió el túnel del este y el viaje continuó a través de una sucesión de arcos, que aparecían ante ellos como si fueran las naves laterales de una catedral gótica. Las paredes estaban adornadas con impresiones en la roca de hierbas y musgos del periodo silúrico.

La búsqueda de agua: La ruta del este que habían tomado llegó a un callejón sin salida. El camino de vuelta hasta la encrucijada para retomar la ruta original de Arne Saknussemm les llevaría tres días, pero calcularon que sus raciones de agua se limitaban a un solo día. Conscientes de que su única oportunidad de encontrar agua estaba en ese camino, se pusieron en marcha hacia la encrucijada, donde finalmente cayeron casi muertos al llegar el tercer día. Después de dormir, continuaron su búsqueda de agua por el otro túnel. Mientras Hans, el guía, buscaba por su cuenta, oyó el sonido de agua tronando detrás de una pared de granito y, con un pico, golpeó la pared para permitir que una corriente de agua hirviendo entrara y se refrescara en el túnel. No solo hallaron vida en el agua, sino que también encontraron una guía que fluía hacia el centro de la Tierra. Llamaron al arroyo el Hansbach.

Hansbach & Lidenbrook Sea

REMEMBRANZA

Oración ferviente: Repuestos con el agua, el viaje continuó a toda prisa pero, de alguna manera, se encontraron separados. Axel, el sobrino del profesor Lidenbrook, se encontró solo. Su mente fue presa de un miedo sin precedentes y se le mostraron ante él destellos intermitentes de recuerdos de su hogar: su prometida Graüben, su casa y sus amigos de Hamburgo. Vio alucinaciones de todos los incidentes del viaje, e, indigno como se sentía, se arrodilló en oración ferviente.

Perdido y encontrado: Al levantarse de su oración, preso del pánico, corrió a ciegas a través de un túnel que le llevó a un callejón sin salida, donde se quedó sin aliento. En la oscuridad gritó. Voces, voces, voces. Oyó voces. Oyó la voz de su tío. Debido a la forma de la galería y al poder conductor de las rocas, la voz de su tío viajaba misteriosamente por las paredes.

4 millas: Por medio de sus cronómetros descubrieron que les separaban cuatro millas de distancia, por lo que Axel se dedicó a la tarea de reunirse con el profesor y su guía.

Un nuevo panorama: De repente, el suelo desapareció bajo sus pies. Se cayó en un pozo vertical, golpeándose la cabeza con el saliente de una roca. Perdió el conocimiento. Al abrir los ojos, se encontró con el profesor y el guía, y, mirando a su alrededor, vio un océano que se extendía tanto como le alcanzaba la vista, un bosque de setas gigantes, una línea de enormes acantilados y extrañas nubes suspendidas por encima de sus cabezas, mientras yacía en una orilla muy accidentada de arena dorada salpicada de conchas. Por un momento, pensó que estaba de vuelta en la superficie de la Tierra, pero pronto se dio cuenta de que habían llegado a un mundo dentro de otro mundo.

Ictiosaurio / Plesiosaurio

LA BATALLA

La balsa: Después de construir una balsa con madera extraída del bosque de setas gigantes, unida mediante cuerdas y compuesta por un mástil formado por la unión de dos palos, una verga fabricada con un tercero y una vela improvisada con mantas, partieron  de la bahía: el Puerto Graüben, denominado así por la prometida de Axel. Con un viento del noroeste propulsándolos a unas tres millas por hora, haces de luz plateada se reflejaban aquí y allá por las gotas de agua, produciendo puntos luminosos en el remolino creado por la balsa. Pronto toda tierra se perdió de vista. Tras cinco días en el mar, fueron testigos de una lucha terrible entre dos monstruos marinos. El uno tenía el hocico de una marsopa, la cabeza de un lagarto y los dientes de un cocodrilo: un ictiosaurio. El otro, el enemigo mortal del primero, una serpiente con una concha de tortuga, el plesiosaurio.

Cúmulos: Cúmulos de gran medida se formaron en el sur, como enormes balas de algodón almacenadas en pintoresco desorden. Bajo la influencia de las brisas se agruparon, oscureciéndose y formando una sola masa amenazadora. La balsa permanecía inmóvil en el tranquilo mar sin olas. Y en silencio esperaron la tormenta.

El cementerio: Durante cuatro días se desató la tormenta, mientras ellos se aferraban al mástil de la balsa por seguridad. Finalmente, con la balsa destrozada después de haber sido golpeada contra los arrecifes, se pusieron al abrigo de la lluvia debajo de unas rocas que sobresalían, donde comieron y durmieron. Al día siguiente todo rastro de la tormenta había desaparecido y lo que quedaba de su cargamento parecía intacto. Pero la comprobación de la brújula sólo trajo que angustia, ya que mostraba que un cambio de viento durante la tormenta los había devuelto a solo unas millas al norte de Puerto Graüben. Decidiendo probar y encontrar la ruta original avanzaron con dificultad sobre fragmentos de granito mezclado con pedernal, cuarzo y depósitos aluviales, llegando finalmente a una llanura cubierta de huesos, como un enorme cementerio, entre los cuales se encontraron frente a un auténtico ejemplar del hombre cuaternario. Conservado quizás por alguna particularidad del suelo, el cuerpo se extendía ante sus ojos, exactamente tal y como había vivido.

Mastodontes: Una milla más adelante, llegaron al borde de un gran bosque formado por vegetación del periodo terciario. Altas palmas se enlazaban mediante una red de lianas inextricables. Una alfombra de musgo cubría el suelo y las hojas eran incoloras, teniendo todo una tonalidad marrón. Explorando el bosque descubrieron una manada de animales gigantes, mastodontes, que estaban siendo conducidos por un ser humano primitivo, un proteo. Medía más de doce pies de altura y blandía un enorme tronco. Un cayado digno de este pastor antediluviano.

Bosque de mastodontes

EL BOSQUE

Las edades del hombre: Mudos de asombro y espanto, al borde de la estupefacción, huyeron del bosque. Fueron instintivamente hacia el Mar de Lidenbrook. Al descubrir una daga oxidada en la playa y las iniciales del explorador que les precedió talladas en una losa de granito, se percataron de que seguían de nuevo la ruta de Arne Saknussemm. Después de un corto viaje marítimo alrededor de un cabo, hicieron tierra donde un túnel oscuro se hundía en la roca. Se aventuraron por el mismo, pero su avance fue detenido por una roca que bloqueaba el camino. Tras decidir hacer estallar la misma y después de haber colocado la carga, se hicieron a la mar por seguridad. Con la explosión, las rocas que había ante ellos se abrieron como una cortina y un pozo sin fondo apareció en la orilla. La explosión había causado un terremoto, se había abierto un abismo y el mar se arrojaba por él. Se hundieron más y más abajo por la enorme galería, pero al recuperar sus sentidos se percataron de que la balsa subía a una tremenda velocidad. Atrapados en la chimenea de un volcán activo ascendían a través de las edades del hombre para ser finalmente expulsados ​​en una ladera repleta de pequeñas corrientes de lava. Su viaje se había completado, encontrándose a tres mil millas de su punto de partida original en Islandia. Habían entrado por un volcán y habían salido por otro. Con las montañas azules de Calabria al este, se alejaban de la montaña que les había devuelto. El temible monte Etna.

Cueva de los verdes (Lanzarote)

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